Este antiguo espectáculo de teatro tradicional de títeres napolitanos se representa al menos desde el siglo XV. Pulchinela protagoniza, junto a sus compañeros de reparto, una interpretación satírica de la vida cotidiana, parodiando las tumultuosas y conflictivas pasiones humanas.
No es extraño que una de las constantes en el repertorio de este género popular de títeres de cachiporra sea la lucha de Pulchinela contra sus enemigos; Pasquale Finizio “terremoto” (el chulo), Cacciutiello (el perro) o Capa y Pruvulone (la muerte). Al final, el bien triunfa siempre sobre la maldad, la verdad sobre la injusticia y la vida sobre la muerte. A golpe de porra, Pulchinela vence al presuntuoso chulo, ahuyenta a la muerte y restablece la justicia. Si Pulchinela, visto en clave simbólica, representa al hombre, sus antagonistas encarnan sus pasiones, sus deseos, o sus miedos. Y cuando Pulchinela consigue vencer esos miedos y matar a esos enemigos que personalizan sus instintos negativos, ahuyenta el mal y restablece la armonía, lo mismo que buscaban las antiguas ceremonias purificadoras con sus cantos y bailes mágicos que exorcizaban los malos espíritus.